
El diario La Vanguardia publicaba ayer miércoles una entrevista con Jordi Hereu, actual alcalde de Barcelona, en la que éste hacía un repaso a las que serán las grandes líneas de actuación del equipo municipal si, como está previsto, acaba volviendo a ocupar la alcaldía durante los próximos 4 años. Entre dichas líneas, Hereu hace especial hincapié en lo referente a la actividad turística.
Afirma que pretende potenciar "nuevos centros de interés que faciliten distribuir la masa de turistas y rebajen la presión en zonas muy concretas" porque, añade, "la hiperconcentración es peligrosa".
Así mismo, propone crear una oferta de calidad y "mimar al residente", dado que la afirmación de "que Barcelona está pensada para los turistas es fruto de un cierto enfado social".
Y es que varias zonas de la capital catalana sufren a diario una saturación turística que crece exponencialmente cada año: el Barri Gòtic (de donde la población local ha salido huyendo debido al ruido y la ausencia de tiendas de primera necesidad), las Ramblas (ocupadas por miles de turistas, trileros, ladrones, prostitutas, mimos, músicos y vendedores ambulantes), el Paseo de Gracia (donde el café cuesta una media de 5€), la Sagrada Familia (donde los vecinos sufren cada día el ruido y los humos de cientos de autobuses repletos de turistas) o el Park Güell (parque público de donde el ciudadano se ha visto expulsado por miríadas de turistas, vendedores ambulantes, músicos y fotógrafos). Sin mencionar cómo diariamente se sobrepasa la capacidad de carga de varios iconos turísticos (especialmente aquellos de los que Gaudí es autor), poniendo en peligro su propia integridad. Al respecto, os recomiendo leer el artículo publicado por David Giner.
Que Barcelona está pensada para el turista es cierto. Hecho que no tendría nada de malo si al mismo tiempo que se reinventaba la ciudad para el turismo se hubiera tenido en cuenta al ciudadano. El Barcelonés se siente extraño en su ciudad. El Barcelonés siente que su ciudad está en venta y que él también va en el lote.
Es importante que se haga algo antes de que el ciudadano de Barcelona acabe sintiendo rechazo por los propios turistas y por lo que representan porque sienta que le han quitado la ciudad en la que vive.